Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
El argentino SURACE consigue que el estruendo de sus murales se vea en toda la calle. Luces y sombras brotan en el día y en la noche, pero siempre alumbran la mirada hambruna de un transeúnte sin ojos.
Ejercen la fascinación en unos tiempos de miseria y terror, y son el esplendor de unos signos en el muro ante los que hasta la muerte se ha detenido para desaparecer cuando la sonrisa cambia de brillo.
Pueden ser como alegorías de colores y grafías que rasgan la ciudad en un renacer de lugares que guardan del olvido de una fantasía, de la realidad de un presagio que sirve para convocar a todos al regreso.