Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
Platón llegó a decir que, a pesar de su apariencia de vida, la pintura queda muda si se la interpela, lo cual es incierto, pues no hay emisario más elocuente que el mensaje plástico y visual, incluso en su propia época.
La del francés Helenon es una obra en la que el encubrimiento muestra más que lo que esconde, es por sí mismo más expresivo y creativo, con una gama cromática de vida y muerte que respeta los deseos de cada pigmento para que simbolicen ese mundo ancestral de referencia.
Las maneras plásticas son imposibles de determinar y tampoco es tiempo ahora para ello, casi podría decirse que a partir de una intuición inicial se van acentuando según una deliberación que ensambla, encaja, adhiere y dimensiona.
En su obra el canadiense BURTON se deja llevar por sus sensaciones cromáticas, por sus inclinaciones táctiles y líricas, por laberintos, coordenadas y direcciones que al final culminan en unas piezas que dilatan la mirada.
Es una abstracción que se verifica y confirma a sí misma, se legitima absorbiendo impresiones y percepciones, y germina a base de relaciones y asociaciones fuertemente o más sutilmente pigmentadas.
Recuerda que eres una inteligencia que lleva de paseo un cadáver.
Estas obras son operaciones muy planificadas que buscan un sistema plástico en que la luminosidad tenga un papel máximo y genere una dimensión singular para introducirse en la mirada.
Sus estructuras parten de simetrías similares y tendiendo a expandirse horizontalmente, jugando con señales ópticas y cromáticas muy potentes que significan cosmos abiertos con vocación de fundirse en la niebla.
Todo en estas tintas se ha sacrificado a un espacio iluminado con las que se integra en la génesis de una estética que ha encontrado recursos y articulación para para montar simulacros y fantasías.
El cementerio está lleno de monstruos, pero no se les ve.
El estadounidense BOOBIS nos hace ingresar en un mundo de ultratumba intemporal, barroco, renacentista, romántico, aunque los fantasmas estén presentes en el tiempo presente.
Sus personajes le temen a la impiedad desnuda de su imagen, de sus cuerpos y rostros, de no saber que era esa la existencia que les esperaba después de la inseguridad de su vida.
Una pintura recia, dura, con un alarde de virtuosismo plástico que expresa rotundamente un sentimiento de negación de lo absoluto, del infierno de la nada.
Morir es no saber qué hacer con uno mismo, dónde esconderse.
¿Tendremos que conformarnos con el hecho de que en una economía globalizada el estatus de mercancía de una obra de arte sea una realidad que no se puede evitar y cerrar los ojos ante ello suponga ignorar algunos de los desarrollos más creativos de la cultura contemporánea? ¿No estaremos mezclando las churras con las merinas?
Para el inglés HAYTER, uno de los grabadores del siglo XX, la cuestión era eminentemente plástica, introduciendo en esa mínima figuración las líneas y los colores que llegaban a estructurar una visión dinámica de ejes, cruces y dimensiones.
La locuacidad de su obra irradia como la secreción de una intuición y pensamientos que se fusionan y dan vida a unas criaturas cuya morfología las señala como el hallazgo de un más allá.
Porque yo he supuesto que en las órbitas o cuencas vacías de las calaveras se ocultan los ratones de la muerte.
El color no está agotado porque su vida íntima es muchos más compleja, densa y diversa que la humana, y crece hasta hacerse universal con una pluralidad de identidades divergentes.
El rumano ISTRATI sí que ha sabido extraer algunos de sus genes, mezclarlos, fermentarlos y dejarlos como texturas añejas que se despiertan a una nueva singladura.
Sus obras son para perderse en ellas, visualizarlas como entes que han sabido crecer por sí mismas con el fin de compartir una excelencia plástica ajena a lo rutinario de la existencia.
Si todos fuésemos iguales, mediocres, mediatizados, oscuros, ¿qué importaría la muerte de uno más si quedaban tantos idénticos?
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