GARCÍA YORK fue un surrealista cubano que no tuvo que hacer ningún esfuerzo especial para que esa veta le saliera de la forma más espontánea y natural.
Nos obsequió con imágenes que tenían un marco muy elaborado, que eran casi arquitecturas perfeccionistas de un quehacer entre el cuento, la leyenda y la exaltación mística. Pero no se olvidó de un trasfondo que nacía de la tierra y el cielo de una isla equiparable a un destino innombrable.
Tuvo una melancólica conciencia de que lo que representaba esa imaginería se tornaba para él en un capítulo de no retorno, una muerte con exilio definitivo, una coreografía a la que nunca le puso los fantasmas del pasado si bien estaban muy presentes.
Quietos, pegados a la dura
tierra,
cogidos entre el pánico y la nada,
los hombres esperaban el momento
último,
sin oponerse ya,
sin rebeldía.
(Ángel González).