- El taller, lo mismo que el espacio expositivo, está en la calle para que su impacto sea más colectivo y comunitario, más interactivo y comunicador. El grafitero es un mensajero de efectista factura artística que coloca la detonación.
- Después, con la pintada ya acabada, aparece el icono provocador, imitador, paródico, envuelto en esa frescura y rebeldía que no es ajena a esa sociedad que mira para otro lado con tal de esconderse de sí misma.
- Pero también hay que admirar la facultad del norteamericano LUGO para definir semánticamente esas pinturas callejeras, para hacerlas vivas y apuntado a realidades muy concretas.
- Y además en todas late un submundo de violencia, de agresividad, de desintegración, de un pensamiento lúcido acerca de una humanidad que utiliza a su sombra con el fin de mentirse a sí misma.
Yo no soy de este mundo ni de otro.
Mi voz es una lágrima feliz.
Mañana moriré dando las gracias
por no haber comprendido este milagro.
(Juan Vicente Piqueras)