Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
Señalaba Adorno que la exigencia de objetivación de la obra de arte se convierte en un daño para ella misma. Por esto todas ellas, aun las menos figurativas, están profundamente penetradas de ilusionismo.
Sin embargo, aunque quizás los retratos del madrileño PRIETO estén cargados de ilusionismo, al penetrarnos parecen reales, porque sentimos su presencia física, amenazante, con esas tintas crepitantes que hacen que esos sujetos sean el habitante hostil que ha tomado carne y sangre.
Esta indagación situada en un espacio ficticio nos acerca a unas mutaciones que no cesan de acosarnos con sus semblantes plásticos, táctiles, que no dan tregua al incesto óptico de una mirada aterrada y asombrada.