Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe. Es una forma de mirar, otro modo de ver, un ardid para engañar, un truco para esperar, otra historia para seguir, un cuento de no acabar. Y de seguir sin perder de vista lo de más atrás.
Afirmaba Manolo Hugué que las obras del gran arte contienen además un elemento eterno, imponderable, misterioso, que no se puede aprender ni se puede enseñar, que no se puede vender ni comprar y que sólo se puede llegar a vislumbrar a medias a fuerza de reflexión, de contención.
La obra del madrileño Villalta sí llega a esos referentes, sí alcanza una fuerza insólita en la construcción de esas semblanzas plásticas, de ese universo cromático que enlaza magia, hallazgo, existencia y significado.
Dentro de esos espacios mudos, el color adquiere una dimensión que conjuga, designa, expresa, confiere, ilumina y devuelve su creatividad al entorno y a la mirada con la que establece conexión.
El perro se echa a nuestros pies como si ya estuviera guardando nuestro sepulcro.